Apropiándonos de nosotros mismos

Por Fernando Martínez

Hay una problemática respecto al arte en nuestro país: desde la conocida queja de falta de apoyo, poca remuneración y hasta falta de interés por parte del público. Sin embargo, caer en los mismos reclamos una y otra vez no nos lleva a nada; sin insinuar que no sean verdaderos problemas. Más bien coloca a los artistas en una suerte de posición en la que no tiene responsabilidad. En lo personal me parece que la problemática nace allí mismo: en el artista en primera instancia.

El arte está íntimamente ligado con el placer, en mayor o menor medida, y representa el imaginario cultural de su pueblo; no en vano la “industria cultural” mueve tales cantidades de dinero: se trata de contar la mitología propia. A este respecto parecería que somos un pueblo que será olvidado porque sencillamente ni él puede explicarse su mundo, su cosmovisión. Se le puede echar la culpa a la globalización y las razones antes enumeradas, pero eso no exime que el artista actual no está enamorando a su publico, no le pone protagonistas y antagonistas propios, nacidos de la forma de ver de su propio país. Más pareciera que el “artista” se convierte en una clase de snob sobre el cual prima la falacia de que “el verdadero arte es incomprensible”.

Si bien no tenemos antecesores de los cuáles retomar ciertas ideas, como Shakespeare de Plauto, o nuestra historia está más que fragmentada, incluso perdida, lo que realmente pasa es que no nos apropiamos de nosotros mismos y de nuestro rumbo: hay que ver el vacío como una oportunidad de crear los mitos.

Mitos no de “La Siguanaba”, sino que expliquen nuestra propia realidad e historia: que le permita hacer esa catarsis por haber superado ya aquel trauma. El reto es hacer una verdadera comedia salvadoreña.